Discurso de Manuel Blanco para Benito

Querido Benito, coincidimos por primera vez en un mundo distinto al de la enseñanza y creo que eso me ha llevado a conocerte y apreciarte de manera algo diferente a la de Matías, Rafa o Miguel.

Corría el año de 1989 cuando me llamaron para mi segunda sustitución, en el pueblo de Lucena, recién llegado de Inglaterra, con mis discos comprados en Londres, mis anécdotas vividas en Manchester, mi incipiente contacto con el mundo de la música como pésimo batería… Ya
establecido en el pueblo, con residencia estable y pateándome todos los pubs de los alrededores, empiezo a escuchar hablar de Benito, el profesor del Juan de Aréjula, el que daba Sociales en el instituto de FP. Yo, que entonces era novato en todo, pensaba que en FP no se daba Sociales. El caso es que cada vez oigo hablar más de él, en El Abuelo, pub de referencia; en la librería de Pipo, a la que no se si iba mucho o nada, pero donde se hablaba de él; en la Reja, otro pub de referencia (casi todos los que visitaba Benito eran de referencia, el caché se lo daba él). Hasta que un día Manolo Gutiérrez, amigo común, me invita a ir a un ensayo de El Cairo, grupo de rock en el que él tocaba la guitarra y en el que tocaba el bajo ese tal Benito Vaquero. Fuí al local de ensayo, la bodega de Luis, y allí me invitaron a cantar… ¡a mí!. Menos mal que nos fuimos conociendo poco a poco y se les fue la idea de la cabeza.

En la bodega de Luis se personificó Benito. Le costó abrirse. A él le cuesta, así de primeras. Pero ya desde el principio se mostró persona sencilla y humilde, como Pastora, aunque con una enorme presencia, como Benito, su padre. En el ambiente se notaba un sentimiento de absoluto respeto por todo lo que él decía, como si sus palabras merecieran siempre una atención especial. Lo que decía siempre resultaba interesante. Así ocurría también en el Juan de Aréjula, donde los alumnos lo adoraban, como lo adoran todavía hoy justo antes de su jubilación. Y así ocurrió también cuando yo le conocí, cuando tuve la suerte de cruzarme en su camino.

Benito no tiene que hacer ningún esfuerzo para que se le quiera. Noble, cariñoso, siempre atento, inteligente, con el mejor sentido del humor que yo le haya conozco jamás a nadie. Generoso, solidario, amigo insobornable de sus amigos… enorme.

Benito, quiero darte las gracias por todos los momentos vividos contigo. Gracias por ser mi amigo.

Gracias por todo lo que hemos vivido juntos. Las grandes cosas de la vida, como el conocer a una persona como tú, vienen de manera fortuita, como cuando a mi me dieron una sustitución en Lucena y, conociendo a Manolo Gutiérrez en el Marques de Comares, fui a veros ensayar a la bodega de Luis.

Gracias por todo lo que he aprendido de ti. De actividades extraescolares, de música negra, de Marruecos, de solidaridad, de inmigración, de tolerancia, de Historia, de Obejo, de la Laboral, de Apple, … de tantas cosas.

Gracias por Intifados y por Soul Crack. Eso yo ni lo soñaba. Gracias por ser el culpable de haber conocido a Juana, a Pérez Guillén, a Miguel, a Victoria, a Matías, a José Antonio… Sí, sí, tu fuiste el primero y sin tí no existirían los demás. Cosas del destino. De no haberte conocido en aquella bodega, ahora sería otra persona, con toda seguridad. Porque en el concurso de traslados pedí el Gran Capitán porque no lo quería casi nadie, y porque tú hablabas de él como el mejor instituto del mundo, y yo confié ciegamente en lo que decías.

De no haberte conocido, no sería un reconocido músico cordobés, como afirmaste a las puertas de una fiesta privada donde se reunía lo más granado de la música local del momento, para que nos dejaran entrar. «¿No tienen invitación? Aquí no se puede entrar», dijo el portero. «Perdone usted, somos reconocidos músicos cordobeses», dijo Benito sin despeinarse un pelo, con esa guasa inigualable que este hombre no supo entender, afortunadamente… y nos dejó entrar.

De no habernos cruzado en Lucena, no habría conocido a la «voz más negra del Guadalquivir»,al locutor de Radio Popular o Radio Lucena, al mayor entendido de música negra de España, según la revista Rock de Luxe, cosa de la que a mi me gusta presumir cada vez que puedo…
perdóname, Benito, es pura envidia.

No habría tenido la suerte de haber pasado contigo momentos irrepetibles, tan idílicos como aquel domingo insuperable en el que cogíamos collejas con Juanito, en la loma que había junto a la enorme encina que daba sombra a tu casa de Obejo.

No habría tenido el privilegio de compartir la celebración de tu cumpleaños aquel domingo de diciembre en la Laboral, preparando una locura de exposición sobre Drácula, imposible de imaginar sin tu amor por el cine y por tu instituto… y porque éramos unos inconscientes.

No habría podido compartir escenario con el cantante con más alma que me he cruzado. Nunca hubo un mal gesto, una mala crítica hacia aquel batería que hacia lo que podía por estar a la altura. Nunca criticaste mi torpeza con el instrumento; nunca criticaste nada. Gracias, amigo
Benito.

De no habernos conocido, tampoco habría hecho un master acelerado en próstatas y bronquiectasias.

Gracias por haberme permitido disfrutar de la intensidad de tus sentimientos, de lo excesivo, de la vehemencia con la que hablas de todo lo que te conmueve. ¿Cómo se puede, si no, llorar en clase
delante de los alumnos, hablando de Alejandro Magno?

Gracias por recordar siempre que me gusta el bacalao y el cochifrito, y sacrificarte por mí cada vez que hay que pedir algo de picar, haciendo como que a ti también te apetece.

Gracias por permitirme compartir tus alegrías y tus penas, tus amores y tus desamores, tus viajes, tus conferencias, tus noches de barra… tu única borrachera (al menos la única que yo te conozco), cuando gritábamos a la cantante de Lions in Love que queríamos un hijo suyo.
Gracias por todos los conciertos que hemos compartido, como músicos y como espectadores, por ser mi fiel acompañante. Con quién hubiera disfrutado yo, si no, de tanta música maravillosa.

De no haberte conocido en aquella bodega, no estaría hoy aquí hablando en público para darte las gracias por todo lo compartido. Me siento orgulloso de ti y te envidio enormemente. No por que te jubiles, que también. Te envidio por como eres, por tu humanidad, por tu sensibilidad y por tu sabiduría.

Porque tu siempre has querido ser negro, como decías en la canción, mientras los demás nos conformamos con ser blancos.
Por todo. Gracias, Benito.

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