Discurso de Paqui Rodríguez

Queridos compañeros y amigos:

Me hubiera gustado irme “cantando bajito”, sin más compaña que los recuerdos. Sin embargo, tengo la obligación de ser agradecida, y a ello voy.

Mis primeras gracias a mis padres, dos personas tan íntegras y generosas que, siendo jornaleros, me permitieron estudiar con becas. Dulces tiempos de los que sólo recuerdo su orgullo legítimo y no la presión del estudio. A pesar de los convulsos años 70, yo me dediqué a enamorarme de la persona con la que iba a compartir mi vida, a soñar el futuro y a poner en práctica mis deseos: ser maestra. Vi nacer la democracia, me casé, tuve a mi primera hija y aprobé las oposiciones en un solo año. Yo digo que fue un año “rentable”.

Y a partir de ahí, más agradecimiento a la vida, por haberme dado la opción escogida por vocación. Mi profesión me ha hecho mejor persona; he ejercido en el convencimiento del servicio a los demás, siempre ilusionada en el lugar que en ese momento me tocara ocupar: tres años en Córdoba de provisional y mi primer destino definitivo: Hornachuelos. He seleccionado, como todos, mis recuerdos y sólo sé que fui muy feliz trabajando mucho, criando los hijos, disfrutando de la Naturaleza y de los amigos… También enfrenté las asperezas del cargo directivo durante años. Nunca estuve tan al servicio de todos como en esos años.

La juventud, en su bendita inconsciencia, me ayudó a llevarlo todo con paciencia y seguí adaptándome, como casi siempre, al ritmo que me marcaba la vida.

En uno de esos vaivenes a los que nos somete, acabé, de resultas, en el Colegio “Concepción Arenal”, en el 98 y después, entre vosotros, he vivido una etapa de madurez y tranquilidad. Siempre me he sentido en casa y, en los momentos duros, el trabajo y vosotros habéis sido un bálsamo para el dolor y la incertidumbre que me han acompañado los últimos seis años.

En parte sois responsables de mi curación anímica. Vosotros y mi familia habéis sabido estar para suavizar, mitigar y, a veces, olvidar durante un rato la soledad obligada que tanto cuesta aceptar.

He decidido cambiarla de nombre: no es soledad, es “libertad” nunca experimentada. Y por ello, cambiar de vida, desprenderme de la mochila de la rutina antigua y sustituirla por ilusiones nuevas.

¡Tengo tanto que aprender! Espero que la vida me lo permita. De todas formas gracias, por tanto como he recibido de vosotros. De los que estáis acompañándome y de los que no. Ha sido un honor ser vuestra compañera. No nombro a nadie, porque sería una lista larga.

Estáis en mi corazón y en mis oraciones. Os deseo todas las bendiciones a vosotros y a vuestras familias. Sed felices, en estas Fiestas y Siempre.